sábado, 13 de marzo de 2010
1002
Estábamos tendidos en el césped disfrutando plácidamente de los primeros rayos de sol de la primavera y, quizá porque todo era demasiado maravilloso, ella me preguntó si había conocido alguna vez la expresión perfecta del desdén, el odio puro. Le dije que sí, que una vez mi madre me mandó a comprar pan mientras calentaba la comida y que, tras varios recordatorios infructuosos, se quitó el delantal, cogió el monedero y se marchó escaleras abajo no sin antes dedicarme la mirada más escalofriante que mi mente recuerda.
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