domingo, 29 de mayo de 2011

1023

Como muchos fines de semana, Arlés se va al parque con sus sobrinos y coge un libro de poemas de Fonollosa para sobrellevar la espera mientras los enanos se suben a los toboganes y a los columpios. Arlés espera no ser denunciado ante la fiscalía de menores por su elección pues leer a Fonollosa en un parque infantil es tan prudente como amordazar a un diabético con algodón de azúcar. Los niños, dicho sea de paso, no le dejan leer y tampoco es que Arlés tenga intención de leer mucho. Lo que pasa es que Arlés lleva tiempo detrás de una glosa y lleva el libro para ojearlo entre chiquillada y chiquillada. Arlés está ahora pensando en editar un libro de grandes poemas de amor a mujeres muy pequeñas, pues en eso consiste exactamente la venganza de la poesía: en demostrar lo mucho que se puede hacer con tan poco. Sin embargo, puede decirse que, de momento, el único fruto que han dado sus visitas periódicas al parque infantil ha sido una conceptualización de los infantes en cuatro categorías.

El pequeño hijodeputa:

Este es el niño que siempre obstruye el tobogán y se adueña del columpio mientras con un rictus de perro de presa en el rostro sueña con expropiar para sí mismo todas las atracciones que no alcanza a disfrutar. Si le hablas de la distribución equitativa de los bienes públicos, el enano es capaz de alquilar a un sicario para que te de matarile. Los padres, que nunca se enteran de nada, normalmente están en el otro extremo del parque leyendo una novela de Carlos Zafón.

El listilllo estratega:

Para este la moral aún es una rémora de la que no ha conseguido librarse, así que el niño juega a ser evil por si el teatrillo cuela. Pero no cuela, claro, el niño se te desmorona a la primera de cambio como Bogart en una peli de Parchís. Le puedes amenazar seriamente con voz grave o hacerle cosquillas. Esto es indiferente. El niño, que es un jugador de póker experto, sabe cuando le han adivinado la jugada. Y entonces se retira y empieza a reirse o le echa la culpa a otro para quitarle importancia a toda la mascarada. Estos son los más simpáticos pues aliñan su egocentrismo con imaginación.

El imitador:

Este es el niño que va siempre detrás de otro niño ( normalmente un pequeñohijodeputa) copiándolo en todo lo que hace. A este niño no le gusta estar solo y tiene tendencia a repetir consignas populistas. Constituye lo que podríamos llamar el voto útil de los parques infantiles.

El pobre de espíritu:

Este niño llora cuando le empujan, llora cuando se cae, llora cuando lo dejan solo, llora cuando lo rodean, llora cuando resbala por el tobogán y llora cuando se balancea en el columpio, llora cuando le quitan y también cuando le dan.La esencia de este niño es el llorar. Todos los padres se alegran de no tener un hijo así porque la verdad es que un niño de estos tan mijita da pena exhibirlo. Por lo menos el pequeñohijodeputa está concentrado en sus planes diabólicos de dominación y entre eso y las intrigas zafonescas el tiempo se te pasa volando. Un inconveniente añadido es que resulte absurdo zurrarle, no vaya a ser que se junte el remedio con la enfermedad.


Arlés mira a sus sobrinos que están haciendo el mono encima de los toboganes mientras gritan para llamar su atención. Suerte que su sobrina es de las segundas y juega siempre a la engañifa y que su sobrino, un año más pequeño, es un inmaduro imitador de su hermana. Mientras lee un poema para sus adentros, Arlés se queda con ganas de saber qué categoría frecuentó de pequeño. Paralelamente, le echa un vistazo a los adultos a su alrededor para ver si consigue reconocer entre los treintañeros a algún pequeñohijodeputa transformado en un buen padre de familia. Pero hay cosas que es mejor no saber y la hora del almuerzo ya se va acercando, así que Arlés guarda el libro de Fonollosa y se sube al tobogán de un salto. " Tito, tú no puedes estar aquí, le dice su sobrina convencidísima de la ilegalidad de su acción, esto es para los niños. " no puedes, tito, no puedes, remata su sobrino con sus cuerdas vocales de saldo. Demasiado tarde porque, antes de que sus sobrinos puedan reaccionar, Arlés ya se ha tirado y ahora ese pequeñohijodeputa les está haciendo burla desde abajo.





Ama a quien quieras en silencio,
pero ámame, a mí solo, al máximo volumen.

Nadie puede amar siempre en silencio;
Mi corazón sólo puede ser tocado al máximo volumen


viernes, 27 de mayo de 2011

1022

Releo a Kavafis , un poeta mínimo que tuvo la virtud de escribir muy poco y cuya inquietud principal eran las estatuas. Las estatuas, se entiende, no cambian, no padecen, desafían con su pétrea elegancia el paso de tiempo. Kavafis y la melancolía, que diría alguien, Kavafis y la juventud perdida, que diría otro. Pero no es sólo eso. La forma no sólo deja de ser perfecta por la lógica erosión de los años. En Kavafis también puede apreciarse claramente que el tiempo no es el único factor de decadencia: también están los demás. El tiempo nos va horadando con la cucharilla de los años, pero no más que los demás. Kavafis , que es un aristócrata pagano o un viejo verde , sabe que uno siempre puede volver a ser joven.En cualquier momento. Ya no lo espera, pero lo sabe. Ya no lo espera y su poesía va exactamente de eso: de lo poco que espera y de la magia de las estatuas. Entretanto, y mientras llega el final, el poeta se distrae observando la belleza de los jóvenes desde lejos porque es mejor dejarlos ahí fuera, pasar de largo, evitar el contacto con la excesiva frivolidad para poder así conservar cierta clase de absurda nobleza. Kavafis nos da una lección que consiste en decir: "no lo hagas: un estúpido envejece más que la peor de tus décadas". Evita el contacto pues llega un momento en que lo mejor que puedes hacer por ti mismo es desaparecer. Nada queda para ti ahí fuera. Escribe, observa, conviértete en estatua.

Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.

No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.


Como tengo la buena costumbre de envilecer mi vida constantemente para , a continuación, hacer propósito de enmienda, me acuerdo siempre de este poema de Kavafis. Recuerdo, sobre todo, cuando se lo enseñé a Z por primera vez. Me dijo que como poema era aceptable, pesimista pero aceptable, pero que como método para ligar era pésimo porque uno siempre descubre a los demás en contacto con la excesiva frivolidad. De eso se trata, ¿no?. Yo le contesté que a nadie le interesan los poemas optimistas y a las mujeres mucho menos. Prueba, me dijo. ¿ El qué?, pregunto. Un poema optimista, repite ella. No estás preparada, le replico, ¿ crees que no tengo un poema optimista? Claro que tengo un poema optimista. A ver, me invita ella, lánzalo.

Compañera de hoy, no quiero

otra verdad que la tuya, vivir
donde crezcan tus ojos,
dando tu luz, tu cauce
a lo que veo y siento...
Deshacer ese ovillo oscuro del temor,
encontrar lo perdido,
quebrar la voz del sueño...
Y lenta, lentamente
aprender a vivir,
de nuevo, de nuevo,
como en una mañana
cargada de riqueza".




A Z se le ilumina la cara y empieza a reirse. ¿ Ves?, concluye, éste ya me gusta más

miércoles, 25 de mayo de 2011

1021

La tarea principal de la existencia es la tarea del olvido de la existencia. " El tallo que se doble sobre sus raíces acabará partido" , decía el poeta, y esto para cualquiera es fácil de entender. Si la vida fracasa, es por falta de olvido. Todas nuestras energías deberían por tanto encaminarse hacia este objetivo, no importa el modo. ¿ Cuando hemos sido más reales ? Cuando hemos dicho que sí a pesar de los achaques. El olvido vive ahí fuera, a un tiro de piedra de la voluntad. Y la voluntad es la única herramienta con la que contamos para olvidar todo lo que hemos sido.

martes, 24 de mayo de 2011

1020

Gente que descubre cosas diariamente, gente que aprende de sí misma, de las cosas que lee, de las cosas que ve, de las cosas que le pasan.Gente que se declara ignorante con una sonrisa en la cara. Nos preguntamos no sin cierta preocupación qué clase de gente es ésta que siempre aprende algo nuevo antes de irse a la cama y si se han parado seriamente a reflexionar sobre la realidad que les rodea alguna vez. Porque , a ver, está bien ampliar bibliografía, pero es que aquí no se está hablando de eso: estamos hablando de gente para las que la realidad es un milagro inesperado porque la vida, según ellos, esconde un componente mágico que es como una continua sorpresa. Usted, en suma,puede ser muy listo, pero vendrá el realismo mágico y lo pillará en bragas.

Desconfianza. Profunda desconfianza. Si algo sorprende del mundo , una vez que uno se familiariza con él, es su increible tenacidad. Los hábitos, los gestos, los modos, tienden a perpetuarse de mil formas distintas para seguir siendo lo que siempre han sido: estructuras de poder. ¿ Aprendemos algo? Lo que deberíamos haber aprendido a estas alturas es a reconocerlas bajo su rostro cambiante. La vida puede ser una aventura pero no por desconocida, sino porque hemos aprendido a sortear los obstáculos y hemos tomado nota. Guardamos un registro mental de lo que para nosotros significa todo lo interesante y , precisamente por ello, la realidad no puede desbordarnos. Para los idiotas , la realidad es una sorpresa. Para el resto, la realidad es una construcción. Uno pone deseo en la realidad a la vez que recibe resistencia. Sin fricción, no hay conocimiento. Si todo te sorprende continuamente, entonces tu problema es sexual porque te has mantenido virgen y a salvo de realidad. Un modo de estar en la realidad que implique la continua sorpresa nos sume en la perplejidad , pues el pensamiento, si es algo, es profilaxis y capacidad de anticipación. Es más: aspiramos a que la vida nos sorprenda cada vez menos. Porque no lo necesitamos y porque en eso y no en otra cosa se basa la construcción de un carácter.

lunes, 16 de mayo de 2011

1019

El daño que ha hecho el mito de la ciencia puede rastrearse en el conocimiento que tenemos de los demás, en la lupa analítica que solemos aplicar a las personas que decimos conocer. Siempre hay alguien que intenta corregirte y darte una visión menos sesgada , un punto de vista que intenta obviar el contacto. Lo que te voy contar , vienen a decirte, no te lo digo porque conozca al sujeto en cuestión: te lo digo porque es lo que creo. Tanto es así que, poco a poco, sin que ningún miembro de la familia lo pretenda, se va creando una pila de desechos intersubjetivos que terminan constituyendo la imagen pública de cualquiera. Esta rémora, como todas las construcciones sociales, tiene tendencia a retroalimentarse y es por eso que hay días en que te descubres a ti mismo combatiendo opiniones singulares de científicos sociales y refutando tesis holísticas sobre tu persona. Esto, sin embargo, no nos debería preocupar demasiado. La ciencia, como los antidisturbios, tiene tendencia siempre a darte con la porra de la intersubjetividad. El sadismo que deberíamos agradecer en cambio, es el de petit comite pues sólo allí se empieza a decir algo real sobre nosotros. La gente que ha llegado a conocernos , si es que realmente ha llegado a hacerlo, jamás se atreverá con la traducción pues el verdadero cosmopolita nunca abandona el petit comite para marcharse al foro. Hay, pues, dos preguntas esenciales que deberíamos hacernos cada vez que alguien disfruta demasiado pasando de lo particular a lo universal en nuestra presencia. La primera, obviamente, es dónde está la porra. La segunda es: " ¿ conozco yo a este tío de algo?".

miércoles, 4 de mayo de 2011

1018

Veo un anuncio de Rachel Weisz para Loreal. En él esta chica tan guapa habla del "stimulif", un ingrediente activo que reafirma su piel porque "ella lo vale" y porque estimula sus "8 liftantes naturales" y, tras terminar de verlo, se me cae el alma , ésa que no tengo , al suelo, convencido como estoy de haber asistido a la encarnación del mal absoluto en forma de anuncio. Este anuncio, me digo, es el mal absoluto, no los niños muriendo de hambre en Kenia, ni las ejecuciones con inyección letal en Texas, ni el gas sarín, ni siquiera Donald Rumsfeld. Nada de eso.El mal absoluto se presenta en forma de ingrediente activo porque él lo vale. El mal absoluto es una cremita que nos untamos cada día sin necesidad simplemente porque Rachel nos lo pide con esa carita de geisha pálida. Millones lo hacen cada día. Geishas recatadas, vampiros apolíneos, guerreros homoeróticos y vikingos superfolladores nos piden cada día que nos untemos cremita y compremos colonia y nosotros vamos y lo hacemos porque también lo valemos aunque no lo valgamos. Y eso, admitámoslo, es terrorífico, untarnos una cremita y creernos como Rachel, porque la verdad es que Rachel, al untarse cremita, nunca se ha sentido como nosotros.
¿ Con quién, pues, se identifica Rachel cuando se unta cremita? Nosotros esto lo desconocemos por completo. Vivimos a oscuras y compramos cremita. Quisiéramos saberlo, descubrir la verdadera cremita que se unta Rachel y en quién piensa cuando se la unta. Después del anuncio, nosotros ya no podemos evitar pensar en ti y en tus 8 liftantes, querida, pero tú tenías un margen y ahora ya lo has echado todo a perder.