jueves, 1 de abril de 2010

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Arlés ha empezado a darse cuenta de que algo falla en sus chistes. Cada vez que hiere a alguien en público en la cafetería con el acero afilado de su ironía, siempre es la misma chica la que se ríe. Un gesto se dibuja en sus labios que anticipa una risa bobalicona que lo desconcierta por completo. Le molesta, le molesta profundamente esa risa porque no es meritocrática y pone su inteligencia a la altura del betún. Seguramente, piensa, le caigo bien a esta chica, pero ¡ es que caerle bien a una persona y ser gracioso son dos cosas distintas! Hasta que un día se decide a hablar con ella. Mira, le dice, lo único que te pido es que esperes a que termine de contar el chiste y luego decidas si es gracioso o no, nada más, reirse antes de tiempo es ilegal. Ella no dice nada, pero al día siguiente antes de concluir su próximo chiste ya puede adivinar su sonrisa al acecho. No hay nada que hacer, piensa Arlés abrumado por tanto patetismo , así que decide callarse y no terminar el chiste. Su humor es suyo y se lo lleva.

1 comentario:

  1. Que te hagan la pelota porque eres gracioso, eso es. Y cuando se ríen antes de que termines tu broma, entonces se delatan. Malditos encasilladores lamebotas. Al parecer, a esa chica Arlés le hace tilín. No sé. A amores ciegos, oídos sordos.

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