lunes, 12 de abril de 2010

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Desde que descubrió que el ser humano sólo puede ser acompañado de un modo relativo, todas las palabras que presuponen nexos sustanciales o estados continuos de la materia le suenan a chino. Alguien dice " ésta es mi pareja" y él pregunta:" ¿ hasta cuándo?", alguien anuncia " te presento a mi mejor amigo" y él no puede evitar la sensación de estar estrechando la mano de un fantasma. Arlés cree que es ese pueril orgullo que segregan los humanos al parcelar la realidad, lo que les capacita para desoír el tic-tac del reloj y obviar la dimensión del tiempo. Luego, en su pequeña agenda metafísica, va tomando apuntes esotéricos. Iván, amigo íntimo de Rosario, febrero del 2008, escribe; Claudia, novia actual de Andrés, anota, enero del 2010. Gracias a este exhaustivo trabajo de campo, y a medida que los amigos se pelean y las parejas se separan , Arlés va componiendo un árbol lógico con la historia evolutiva de cada uno de los pares estudiados. Finalmente, mediante un programa informático, hace coincidir los diversos modos de ramificación con una amplia variedad de frutas. Es entonces cuando Arlés descubre que, a diferencia de lo que ocurre a la mayoría en sus relaciones, él tiende hacia el melón.

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