viernes, 27 de mayo de 2011

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Releo a Kavafis , un poeta mínimo que tuvo la virtud de escribir muy poco y cuya inquietud principal eran las estatuas. Las estatuas, se entiende, no cambian, no padecen, desafían con su pétrea elegancia el paso de tiempo. Kavafis y la melancolía, que diría alguien, Kavafis y la juventud perdida, que diría otro. Pero no es sólo eso. La forma no sólo deja de ser perfecta por la lógica erosión de los años. En Kavafis también puede apreciarse claramente que el tiempo no es el único factor de decadencia: también están los demás. El tiempo nos va horadando con la cucharilla de los años, pero no más que los demás. Kavafis , que es un aristócrata pagano o un viejo verde , sabe que uno siempre puede volver a ser joven.En cualquier momento. Ya no lo espera, pero lo sabe. Ya no lo espera y su poesía va exactamente de eso: de lo poco que espera y de la magia de las estatuas. Entretanto, y mientras llega el final, el poeta se distrae observando la belleza de los jóvenes desde lejos porque es mejor dejarlos ahí fuera, pasar de largo, evitar el contacto con la excesiva frivolidad para poder así conservar cierta clase de absurda nobleza. Kavafis nos da una lección que consiste en decir: "no lo hagas: un estúpido envejece más que la peor de tus décadas". Evita el contacto pues llega un momento en que lo mejor que puedes hacer por ti mismo es desaparecer. Nada queda para ti ahí fuera. Escribe, observa, conviértete en estatua.

Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.

No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.


Como tengo la buena costumbre de envilecer mi vida constantemente para , a continuación, hacer propósito de enmienda, me acuerdo siempre de este poema de Kavafis. Recuerdo, sobre todo, cuando se lo enseñé a Z por primera vez. Me dijo que como poema era aceptable, pesimista pero aceptable, pero que como método para ligar era pésimo porque uno siempre descubre a los demás en contacto con la excesiva frivolidad. De eso se trata, ¿no?. Yo le contesté que a nadie le interesan los poemas optimistas y a las mujeres mucho menos. Prueba, me dijo. ¿ El qué?, pregunto. Un poema optimista, repite ella. No estás preparada, le replico, ¿ crees que no tengo un poema optimista? Claro que tengo un poema optimista. A ver, me invita ella, lánzalo.

Compañera de hoy, no quiero

otra verdad que la tuya, vivir
donde crezcan tus ojos,
dando tu luz, tu cauce
a lo que veo y siento...
Deshacer ese ovillo oscuro del temor,
encontrar lo perdido,
quebrar la voz del sueño...
Y lenta, lentamente
aprender a vivir,
de nuevo, de nuevo,
como en una mañana
cargada de riqueza".




A Z se le ilumina la cara y empieza a reirse. ¿ Ves?, concluye, éste ya me gusta más

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