lunes, 16 de mayo de 2011

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El daño que ha hecho el mito de la ciencia puede rastrearse en el conocimiento que tenemos de los demás, en la lupa analítica que solemos aplicar a las personas que decimos conocer. Siempre hay alguien que intenta corregirte y darte una visión menos sesgada , un punto de vista que intenta obviar el contacto. Lo que te voy contar , vienen a decirte, no te lo digo porque conozca al sujeto en cuestión: te lo digo porque es lo que creo. Tanto es así que, poco a poco, sin que ningún miembro de la familia lo pretenda, se va creando una pila de desechos intersubjetivos que terminan constituyendo la imagen pública de cualquiera. Esta rémora, como todas las construcciones sociales, tiene tendencia a retroalimentarse y es por eso que hay días en que te descubres a ti mismo combatiendo opiniones singulares de científicos sociales y refutando tesis holísticas sobre tu persona. Esto, sin embargo, no nos debería preocupar demasiado. La ciencia, como los antidisturbios, tiene tendencia siempre a darte con la porra de la intersubjetividad. El sadismo que deberíamos agradecer en cambio, es el de petit comite pues sólo allí se empieza a decir algo real sobre nosotros. La gente que ha llegado a conocernos , si es que realmente ha llegado a hacerlo, jamás se atreverá con la traducción pues el verdadero cosmopolita nunca abandona el petit comite para marcharse al foro. Hay, pues, dos preguntas esenciales que deberíamos hacernos cada vez que alguien disfruta demasiado pasando de lo particular a lo universal en nuestra presencia. La primera, obviamente, es dónde está la porra. La segunda es: " ¿ conozco yo a este tío de algo?".

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